sábado, 29 de marzo de 2014

Aunque a veces duela

Tenías razón:
Te echo de menos.
No sabría, no podría,
decirte cuánto.
No esperaba más que
una sutil nostalgia,
una pequeña arruga,
una pausa para sonreír
a la sombra de un recuerdo.
No esperaba esta falta de sueño,
esta falta de aliento,
esta falta profunda,
esta falta de que tú...
de que tú estés y vivas
y yo esté y te mire,
y a veces sea yo el que viva
y tú me mires
y yo me encoja,
me haga un ovillito aquí dentro,
y te mire
y me mires
y entonces mis manos
y entonces tus manos
y sonrío
y sonríes
y entonces.
Tenías razón,
nunca pensé
en echarte tanto de menos.
Y sin embargo,
tenía razón,
el tiempo existe
y con él la distancia
y ese silencio que siempre me habita
y ese olvido sutil que va llenando de nuevo
ese abismo terrible de los días después
del ayer que se rehace en maravilla,
que se reconstruye mágico, que vuelve
y devuelve,
al camino del ensueño,
a ese breve espacio
en que no pudimos más que sernos,
a esa primera, única y última vez
antes de todo, después de todo,
en vez de todo.
Y ahora que el mundo otra vez acecha,
que languidece la magia entre buenas intenciones,
que volvemos a ser quiénes fuimos
antes de la tormenta, antes de ayer, antes de ti,
que nos agarramos a un millar de momentos
para recordar que sí pudimos,
que por un día habíamos sido
tremendamente capaces,
un día que ya empieza a ser antiguo,
yo quisiera seguir encontrándote
al final de mis dedos,
en el centro de mis brazos,
tal vez incluso,
ojalá,
al principio, justo al principio
de tus labios
y volver a perdernos,
y volver a hacernos,
y seguir caminando
nada más, nada menos
que seguir caminando,
aunque la vida siga y el mundo aceche
y quieran el tiempo y el olvido devorar la magia,
aunque todo pase y todo acabe y nada quede,
simplemente,
seguir caminando.


martes, 25 de marzo de 2014

Agua fría

Es el lugar donde terminan los sueños,
justo a un milímetro de la nada,
la lluvia se convierte en nombres
y acecha, herida, la angustia.

Fue por un momento una tormenta
y ahora se está rompiendo como el aire
un retazo de aquellos últimos días
de imposible azul y amanecer inquieto.

Ahora es un hoy que no se acaba,
aquel otro todavía sugerido
que se desliza con suavidad al desespero
mientras aprieta algo entre los dedos.

Que de aquí al infinito era demasiado trecho
para construirse sin andamios
y ahora nada más caminan restos de viejos olvidos,
la impertinente prestancia del ayer confuso e imposible.

Y así se cierra el todo, con un abrazo inminente y definitivo,
el de las ausencias perennes y el tiempo caduco,
el fin de la posibilidad como certeza,
el amargo despertar a una realidad imposible e infinita.

Así se rehace, con desgana, el silencio,
se reconstruyen viejas murallas,
se rompen los puentes, se borran los caminos,
todo llega, al fin, y todo, al fin, se olvida.