domingo, 24 de febrero de 2013

Parpadeo

A veces se elige vivir la noche de al lado, donde no se nos espera,
y el tiempo se empecina en desdoblarse, en ser dos a cada momento:
este ahora tan cotidiano, tan previsible,
tan improvisado,
y ese otro momento que se pudo haber vivido,
que ya dejó de ser posible pero que acude a inventarse en paralelo,
idílico, irreal, misterioso,
vivido por esa otra persona que somos,
que toma siempre las decisiones acertadas
justo un instante más tarde.

A veces elegimos lo certero frente al infinito,
sin saber muy bien qué estamos haciendo,
dónde han quedado todos esos planes
para justo ahora,
por qué después de tanta espera elegimos esta noche y no la otra,
por qué renunciamos a las probabilidades
para aferrarnos con pétrea fiereza a un pedacito mínimo de realidad,
de esa que nos ha aborbido,
en la que no podemos ser del todo
porque tenemos puesta el alma esa otra noche
donde no estamos.


sábado, 16 de febrero de 2013

Al amanecer del quinto día.

Cómo si fuese fácil no hacerlo.
Cómo si fuese posible.

Y cómo no hacerlo, sin embargo.
Cómo pensar ahí fuera,
si aquí dentro,
tan pocas veces ahí enfrente,
está todo, o al menos, tanto.

Cómo parpadear y perderse un segundo,
cómo no cerrar los ojos y dejar que el azul se multiplique,
cómo no querer estirar este segundo
un segundo más.

Cómo no pretender abarcar ese sin límite,
ese susurro,
ese torrente.
Cómo no anhelar
esa presencia breve e infinita,
toda esa inefabilidad, ese hálito,
ese aliento imperceptible,

Cómo callar ese silencio,
o cubrirlo de un manto de palabras
que siempre fallan,
que siempre sobran,
que no describen,
que sólo inventan,
que sólo intentan
explicar y explicarse
este eso tan aquel.

Cómo vivir sabiendo
que allí tan cerca,
que aquí tan lejos,
existe esta luz tan pasajera,
ese otro universo,
esa calma, esa fuerza,
ese camino.

Cómo, en fin, excusarse
por soñar un recoveco, una puerta, otra distancia,
por ni poder ni querer un momento
alejarse de los hombros encogidos,
las manos en los bolsillos,
los ojos fijos en no se sabe dónde,
en un mundo demasiado ínfimo,
en una vida demasiado grande,
en un si pudiera tan hermoso.







miércoles, 6 de febrero de 2013

Things i will never tell you

Y en este cruce incesado de miradas pretendidas
uno quiere para sí todos los amaneceres
como si de polvo y no de agua se tratase.

Sigue la realidad devorándose a sí misma,
y aquí fuera, casi de espanto, ya agonizan nuevas historias posibles,
el eco silencioso que solo entiende de vaivenes.

Quedan dados por jugar, o tal vez nada más lluvia
(soñar un día con nieve, nieve azul, nieve en días perfectos),
pero no es la hora, no es la hora que se quisiera, siempre, siempre es otra.

Siempre demasiado tarde. Siempre demasiado siempre.
Siempre la misma respuesta a ninguna pregunta,
y el horror cotidiano abriéndose paso a llamaradas.

Seguimos caminando hacia el olvido a ritmo de promesas incumplibles,
con el firme augurio de que al final solo sea el tiempo quien nos devore,
artífices de las señales que se limitan, embarradas, a anunciar el ocaso.

A lo mejor se podría agarrar al destino con las manos, mirarlo cara a cara,
una única moneda rodando en el aire, ahora o nunca, todas esas cosas,
sentir, saber acaso, que no es nada más eso, que no puede ser nada más eso.

Y arrancarse de un tajo las vidas posibles, todas esas que se dibujan en el aire por las noches,
ese saber que no se sabe nada sabiendo que ya se sabe todo y sin embargo no saberlo.
Dejar caer por fin las máscaras, derrotar a todos esos monstruos y asumir otra vez las derrotas.

Vivir como si fuera posible volver a hacerlo,
borrar la infinita certeza de que hubiera sido posible, que habría bastado romperse,
que habría bastado con ser nada o ese silencio que ya no se anhela.

Pero es demasiado tarde para prácticamente todo, queda poco más
que dejar que todo se disuelva como siempre, ir acostumbrándose a que lo demás es sólo ésto:
callar, morir un poco más cada día, esperar que la magia regrese como si fuera cierta.

Y que el espejo vomite otra vez esa turbia mirada del pasado imposible que encadenaba las nostalgias
de aquello que ni siquiera pudimos ser, un instante, un momento, algo.
La perfecta imposibilidad de que el todo se equivocara y por un momento, por un sencillo momento...