domingo, 13 de noviembre de 2011

Estrellas

A veces, solo a veces, un instante,
un suspiro.

El mar ajeno como una promesa,
un momento.

El tiempo, nada más que el tiempo.
Es ahora.
Es este silencio.

Es la gota suspendida,
el breve parpadeo,
la palabra precisa, el gesto profundo.

El perfecto
anhelo cotidiado
ahí
en la punta de los dedos.

Y de golpe, el espejo.
Delante, detrás, abajo,
mirando, expandiéndose,
riéndose, llorando.
Rompiendo todo, rompiéndolo,
la cruel imagen,
la brutal certeza de que todo no ha sido
más que un fugaz instante,
un mísero momento,
un suspiro inexacto,
una pequeña muerte momentánea
que la realidad reabsorbe
y al final solo queda
el tiempo pesando detrás,
el espejo clavado delante.




miércoles, 2 de noviembre de 2011

El Castillo Ambulante

Trenes que ya no llevan a ninguna parte,
el mar ya no es ni promesa
y el tiempo será otro día.

Ya no abundan los deshaucios
y el frío sacude sus últimas desventajas.
Hoy arden otras auroras, allá, en aquellos lejos,
sin barcos ni mundos.

Quedan ríos inconclusos entre estirpes olvidadas,
polvo entre las alamedas
y el juego del equívoco ardiendo siempre entre la melaza.
Frías mañanas, siempre tan frías.


















domingo, 25 de septiembre de 2011

Ayer

De repente, el silencio de la noche, en toda su brutalidad
cayendo como una estampa de cieno sobre los párpados,
como ese sutil maremoto que aja de uno en uno los vaivenes
en que naufragar es adverbio casi presente.

Así en el polvo entonces se deshace
la mente difuminada de lo ajeno.
Qué de repente la nada a la nada regresa,
qué de pronto y qué de sin embargo.

Que más aquí ya no caben las promesas,
y de esperar y de latir ese lento desespero
se escabulle el ahínco entre las manos.


domingo, 18 de septiembre de 2011

Aire

Al final del baúl se retuerce
como la última cloaca del destino
un verde niño amapola,
ajeno
al turbio escondrijo de su alma.

No es
ni lluvia ni tormento,
es causa y por eso llora enredado
en azares divididos por la parte más pequeña.

Y mañana cuando duerma
en el tórrido regazo de la desesperanza
no habrá duda alguna:
El inexpugnable rugir de los relojes
contravino las últimas tormentas.



jueves, 15 de septiembre de 2011

Todavía más fácil

Caminar sobre los cristales destrozados
de una realidad explosionada
y los ojos fijos en otras lluvias.

Navega el sesgo de la infamia
un pedazo adolescente.

Y de los reflejos donde mira,
¿qué queda?
Amanecer, ¡amanecer1,
paso, fuego, piedra.

Todo excepto lo perdido,
preñado de altibajos difusos
que van y vuelven, que van y vuelven.


martes, 13 de septiembre de 2011

Sónar

Si de hoy el camino abierto mostrase
el lento pasar de las galaxias,
no hallaría aquí más que esa nube
que ilumina los vientres y las tardes.

Si hoy despejare el día tan otro
una rabia repentina, tal vez una sirena,
socorrería tal vez esta última trinchera
donde se abanican aún nuevas falacias.

Pero está todo a medio ayer,
empecinado a toda distancia,
recorriéndose ciego sin saber
de fuegos, de golpes,  de fragancias.


Septiembre

Y aquí estoy, rodeado de nada,
de ayeres, de dolor, de terribles ausencias,
de la constante conciencia de no saber
ser otra cosa más que yo.

De hallarme aquí,
de saber que lejos...

Rodeado de basura y de nostalgias,
de esas certezas que carcomen,
de esos silencios que delantan,
De esta apatía tan consecuente,
de esta ataraxia tan inexacta,
de esta pereza tan segura.

Con nada en las manos,
con nada.
Con nada aquí dentro,
con nada.
Con nada que haber ofrecido,
con nada.

Ya sin promesas siquiera,
ya sin esperanzas siquiera,
rodeado de polvo y de miseria.
Esta es la vida elegida, ésta.

Lo que soy, lo que tengo,
lo que he conseguido, lo que merezco.

La nada, la nada, la nada.

Instantes

Una palabra no dicha,
un gesto no hecho,
una sonrisa a destiempo,
un abrazo no dado.

Una frase imperfecta,
un beso solamente imaginado,
una mano no tendida,
un momento no adecuado.

Una mirada perdida,
un tiempo casi prestado,
mil esperanzas no cumplidas,
un silencio indeseado.

Un labio tan mordido,
una promesa silenciada,
una lágrima contenida,
esa pose tan odiada.

Un hastío ya cotidiano,
tanta tristeza disimulada,
todos los mañanas que se esfuman,
tanta ilusión desperdiciada.

Esta inseguridad tan persistente
esta apatía tan aferrada,
este deseo tan impertinente,
esta amargura tan obstinada.

Y ahora, esta nada, esta culpa,
este dolor sin sucedáneo,
este horror desenmascarado,
este alma que se dobla y se rompe,
esta rabia inextinguible,
esta tristeza inexpugnable,
este nudo en la garganta.

Tanto

Detrás se esconden otras huidas,
los inabarcables muros de lo infinito,
de este claro de nube que era.

Allí no se alcanza más que ese silencio
irremisible de las manos,
la ausencia cotidiana,
la insoportable banalidad del gesto.

No cabe ya más mirada,
que la de los espejos vacíos,
la de las cuencas ennegrecidas,
la de los cantos que un día fueron puente
y ahora son otra muralla.

Causas y ayeres

Al día siguiente amanece igual,
siguen las nubes, o el sol,
la gente se afana en el trabajo,
sigue con su vida cotidiana.

Al día siguiente la vida no se ha parado,
ni la tierra, todo es idéntico a sí mismo.
Menos que es el día siguiente.

Al día siguiente uno se encuentra con su cara,
no con la cara de quién habria querido ser,
de cómo habría querido ser.

Al día siguiente se quieren volver a hacer
todas las promesas que no se cumplieron,
retomar todos los viejos proyectos
abandonados en el pozo sin fondo de la apatía,
quemados en la infame hoguera de la desilusión.

Al día siguiente se quiere romper con uno mismo,
dejarse lejos, dejarse fuera.
Ser
el que se creía ser,
el que se esperaba ser,
no ese remedo tembloroso
de dudas y desesperanzas.
No ese pastiche consciente
de no saber nada,
de no ser nada,
esta efigie al vacío,
este trozo de piel sin alma.

Al día siguiente uno quiere borrar el día de ayer,
el momento de ayer,
las palabras de ayer.
Pero aunque pudiera, no puede
borrar el ayer,
todos los ayeres,
todos los errores.
Al día siguiente de nada
sirve lamentarse.
Al día siguiente no se puede cambiar
de la noche a la mañana.


Al día siguente yo tengo la culpa,
yo no tengo la culpa,
nadie tiene la culpa.

Al día siguente el teléfono ya no suena
aunque lo mires mil veces,
aunque lo mires cien veces,
aunque lo mires diez veces,
aunque no lo mires.

Al día siguiente todo se desploma,
los últimos vestigios de lo que quedase,
se reescribe la historia, se reinventa.
Nada es ya lo que era.
Solamente es
el día siguiente.

De otros azares

Malas temporadas,
malos momentos,
malas decisiones.

Pero todo es cúmulo de pasados,
resto sobre resto, poso sobre poso.

Prisionero de una huida hacia delante,
con tierra quemada, y lágrimas
y labios destrozados de contenerse.

Ahora, desde este rincón,
enfrentado a todos los silencios,
la brutal marca del odio en mis venas,
el tiempo destrozado, la búsqueda inútil.

Llueven terribles años allá afuera.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Otro lugar

La brutal presencia del yo inoportuno

que edita su semblante entre púrpuras y estaños

con la impávida sensatez de lo infumable

mientras cuándo se termina de repente.


A este fin se confecciona

la falsa solidaridad de las estrellas

sin otro coste que un millón de infinitos pugnando

por un no saber ni por qué ni cómo.


Y he aquí triformemente nuevo

el cantar inexacto de lo obsceno

para fulminar con un segundo universo

el resurgir cansino de los puntos.


Como un susurro

No llamo hoy al tiempo por sus manos,
es la lejanía ensimismada la barrera.

Entre olas y caballos, un horizonte que se marcha,
dados, rumores y algun muerto rechazado.

Pero más acá rugen fieras y castaños,
estúpido repiqueteo del olvido.

El absurdo desviar de las profundas ausencias,
el trágico piar de las infundadas tormentas.













Introduce el título aquí



Pongamos aquí un muro, una utopía,

una bandera sangrante o un motocarro de postín.

Llenemos de ángeles los paseos, de lluvia los retrasos,

vivamos hoy otra vez tocados de cuervos y cerezas,

tan aquí dentro, tan aquí dentro.

Sé cuál es mi origen y por tanto mi destino,

tanta polvareda en distintas proporciones, y sin embargo, algo es seguro:

Existen probabilidades. todas, algunas, ninguna.

En un momento, aquí, ahora.

Vamos a recorrer este preciso instante, esta lápida perpetua,

que no espere un invierno más este cometa,

que no queden inermes estos estertores,

y otrora, cuando llegue,

que así sea.